Hoy
posiblemente tengamos que darle a mi perrita Lily la inyección para dormirla y
poner fin a su vida entre nosotros, llegó a casa tras la insistencia de mi
mujer y la complicidad de mis hijos, un amigo al que le comenté que estaba
buscando mascota me la regaló haciendo hincapié en que era sumamente cariñosa,
la verdad es que después de casi dos años puedo asegurar que se quedó corto a
la hora de calificar lo cariñosa que era.
El primer día
en casa, recuerdo que mi mujer había hecho pollo con patatas y tras entrar en
su nueva casa con toda la alegría del mundo y saludar a cada uno de los que nos
encontrábamos en la casa le ofrecimos parte del pollo, desde ese primer momento
no dejó de ser de lo mas pedigüeña, siempre se acercaba a la mesa para que cada
uno de los miembros de la familia le ofrecieran un poco de lo que comían, o bien
espera paciente sentada ante mi mujer que dejara de comer pues sabía que el
final de la comida de esta era para ella.
Los primeros
meses reconozco que fueron un poco duros para mí, no estaba acostumbrado a
tener una mascota y me molestaba bastante que hiciese alguna necesidad en la
casa, por no decir que me tocaba bajaba de vez en cuando.
El momento
decisivo en mi opinión en relación con Lily creo que fue cuando tras sacarla
por la barriada para hacer sus necesidades se me escapó cuando huía hacia casa,
pues era hogareña y siempre estaba corriendo en cuanto veía algún miembro de la
familia, tiraba y tiraba del arne hasta que lograba saludar con gran efusividad
de todo su cuerpo. Como decía la noche
del accidente salió corriendo y el único coche que pasaba en ese momento la
atropelló quedando bajo el vehículo inmóvil, solo soltó un aullido de lloro
cuando recibió el impacto, el conductor estaba blanco pues no sabía si era un
perro o un niño, tras creerla muerta la saqué de debajo del coche y cuando la
tuve entre mis brazos volvió en sí, eso si, con un fuerte stress, corrimos a
veterinario y pasamos el mal trago, pero afortunadamente vivió.
Como dije
anteriormente, era la perra mas cariñosa y sumisa que he conocido, aunque destetaba
tanto a los corredores como las bicicletas y era muy protectora del hogar.
Algunos de los
mejores momentos que viví en su compañía era cuando jugaba a las peleas de
pelotes, un muñeco de Elmo al que se le introducía la mano y simulaba una pelea
con la perra o cuando nos íbamos de turismo en compañía de mi mujer por los
pueblos de la sierra de Cádiz, pues le encantaba el coche. También eran unos
momentos increíbles cuando me despertaba de la siesta y venía corriendo a
saludar, cuando me veía por la calle o
cuando regresaba del trabajo, acompañándome hasta la habitación y
saludando efusivamente.
En la comida era
de lo más raro, si bien le chiflaban las salchichas que saben chachi, no le
hacía ascos a la fruta, frutos secos, QUESOS, e incluso helados y yogures, por
no hablar del chocolate que le daban a escondidas.
Mi mujer decía
que no era una perra muy lista, siempre le decía que la íbamos a llevar a una
asociación o que era la perra tonta de Chiclana, con su lengua fuera y a la
cual le faltaba un trozo en la punta, pero si entendía, a mi mujer la conocía
como la mumi, a mis hijos como el nene y la nena y a mí como el gordito gruñón.
Igualmente
sabía cuando mi mujer y yo íbamos a salir, e intentaba venir con nosotros, se
hacía la despista hasta que abríamos la puerta, momento que aprovechaba para
salir corriendo; si lograba alcanzar el ascensor brincaba pues pensaba que
había conseguido su objetivo.
Todas las
noches intentaba dormir en la cama de matrimonio como hacía durante la siesta,
en alguna ocasión se escondía bajo la cama hasta que apagábamos la luz, momento
en el que intentaba subir, aunque el miedo a darse un golpe por la oscuridad se
lo impedía. Durante la siesta aunque la dejábamos en la cama, siempre la
chinchabamos un poco, llamábamos a la Nena en voz alta y la niña hacía como la
que se la llevaba, lo que provocaba que la perra se pegara a mi cuerpo con la
esperanza de que la defendiera y le permitiese quedase.
Bueno llegó la
hora de la despedida, y escribo estas líneas para intentar no olvidar los buenos momentos que pasé a su lado e intentar
consolarme un poco, jamás pensé que un hombre tan poco sensible como yo pudiese
sentir el dolor que siento por la pérdida de
una mascota, pero la verdad es que llevo unos días muy malos y me
gustaría que sanase y volviera pero en el fondo de mi sabe que no sucederá,
imagino que es mi parte egoísta la que no desea acabar la corta relación que ha
tenido con esta mascota, para colmo mi mujer me leyó una frase que se me ha
clavado a fuego en mi corazón “cada perro tiene una personalidad propia y única”,
se que es algo obvio pero la frase se me ha quedado grabada porque me hace ver
a mi perri como algo aún mas especial que se va para no volver y a la que no se
puede sustituir.
Escrito en San
Fernando a 17 de agosto de 2014, por el gordito gruñon.